EL FARO DEL MUNDO: EL RASCACIELOS IMPOSIBLE DISEÑADO PARA HACER SOMBRA A LA TORRE EIFFEL Y QUE ACABÓ EN EL OLVIDO. THE WORLD´S LIGHTHOUSE: THE IMPOSSIBLE SKYSCRAPER, DESIGNED TO OVERSHADOW TO THE EIFFEL TOWER AND AND THAT FINISHED INTO OBLIVION.

Quizá fue una fantasía, un delirio de genialidad, o quizá el intento desesperado de un hombre, Eugene Freyssinet, por pasar a la historia de la arquitectura haciendo sombra al mismísimo Gustave Eiffel y a la majestuosa torre que diseñó como emblema de la Exposición Universal de París de 1889.

Lo cierto es que a principios de los años 30 del siglo pasado, Freyssinet soñó con construir un gigante de hormigón de 701 metros, que se convertiría en la construcción más alta jamás creada por el ser humano. Incluso le puso un pomposo nombre: se llamaría ‘Phare du Monde’ (faro del mundo, en francés).

La mente de este prestigioso ingeniero francés, famoso por sus obras civiles –sobre todo puentes–, imaginó un enorme rascacielos que sería tan alto como la suma de los dos edificios más emblemáticos de la época, la Torre Eiffel y el Empire State Building.

El diseño de Freyssinet, conocido popularmente como el padre del hormigón pretensado, incluía una enorme rampa de más de tres kilómetros en forma de espiral que permitiría a los coches ‘escalar’ hasta un parking situado a más de 500 metros del suelo y con capacidad para casi medio millar vehículos.

La parte más alta de su ambiciosa ‘torre del placer’, como la bautizaron los medios de la época –entre ellos la revista ‘Illustrated London News’, que le dedicó un reportaje el 1 de junio de 1933–, albergaría un lujoso restaurante con capacidad para 2.000 comensales y un hotel, sobre el que se situaría una antena coronada por un enorme faro que ‘iluminaría’ el mundo.

Freyssinet pensó que su se convertiría en la gran sorpresa de la exposición internacional de París de 1937. Estimó que el coste de levantar el ‘phare du monde’ sería de 2,5 millones de dólares, hasta un 50% menos que lo que se invirtió en la Torre Eiffel.

Sin embargo, el proyecto nunca pasó de ser un boceto, su creador se dió

cuenta de la imposibilidad de construir un edificio de esas características sólo con hormigón armado y del peligro que supondría para la estructura las vibraciones de miles de coches subiendo y bajando todo el día.

Antes de hundir su carrera, el ingeniero decidió olvidarse de sus sueños de grandeza y volver a lo que mejor sabía hacer, los puentes.

Fuente: idealista.com

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